Ya no hay nada que decir
no importó la advertencia de que pasaría
ni las razones del porqué no,
solo hay cosas inevitables.
Como si la vida se burlara
de las probabilidades y las posibilidades
como si los dioses existieran
y jugaran al ajedrez con nuestros caminos.
Llega un instante, un leve y raro momento
en que las palabras se acaban
donde nos damos cuenta que el control
es una utopía cuando se trata de amor.
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