Por lo regular estás allí sentada, buscando que todo salga bien, que a tu alrededor sea funcional, tan eficiente el ambiente que se vuelve confortable para los demás. Andás caminando con mil cosas en la cabeza y apasionándote tanto por el día a día que comenzás a olvidar lo que debería ser permanente. Más es el temor de fallar hoy que de terminar mal mañana. El día a día es tan grande que planificás todos tus días lo más posible, todo está ordenado, todo lo de afuera saldrá bien... todo menos lo de adentro. Y es ese instante en que soltás la mano de lo permanente, que ya nadie te saca de la realidad, que todo es tan real que respirar es automático y todos los días son Lunes. Pará! Date el chance de no pensar. Entonces dejás de pensar. El licor, el sexo, la aventura, los minutos comienzan a desordenar el día a día. Es más sencillo no pensar en las consecuencias. Dejás más lejos lo permanente, ya ni su presencia está, comenzás a olvidar. Pará! Date el chanc
Pase adelante, equivocarse es una opción y levantarse LA opción, que aquí la libertad que tenemos es la de aprender a vivir.