Ya no tenía ganas, ya había esperado mucho, ya era muchas, ya había vivido lo necesario... ya no quería. Pero cuando estaba lo suficientemente harta de tantos intentos unos brazos me atraparon, ahí recordé lo que era ser yo. Es bueno, tierno, sincero, interesante e inteligente (lo suficiente para tener siempre una respuesta cuando lo estoy molestando). Me enamoré de sus ojos en todas sus formas, de sus abrazos, sus ocurrencias, detalles, su sonrisa y de una serie características físicas (todo) que cumplen lo que buscaba. Como si desde el inicio hubiese esperado a verme nacer bien, me cuida y hace feliz. Es el caballero, el niño, el hombre, el compañero de juegos, el amigo y mi cómplice. Ama a Dios igual que yo y no dudo ni un segundo que Él nos mantuvo siempre juntos para que un día reconociéramos en el otro ese corazón, ese regalo mutuo. Simplemente me ama, no tengo duda alguna y lo amo como por primera vez todo de mi lo sabe, algo que ambos estamos dispuestos a construir a lo la
Pase adelante, equivocarse es una opción y levantarse LA opción, que aquí la libertad que tenemos es la de aprender a vivir.