Hace unos 30 años atrás, un grupo de padres en el mundo entendió que si tendrían hijas debían criarlas con los poderes necesarios para enfrentar el mundo que muy probablemente vendría. De su buena intención, se formaron mujeres con la capacidad de cumplir lo que ellas quisieran construir, con las habilidades para levantarse ya que les enseñaron que caer estaba bien y que quebrarse era parte de la vida. Todo muy bien, hasta que les tocó salir a la sociedad, una que no lograba asimilar que el ser inferior tuviese superpoderes. Aún así, éramos más y más a las que se nos otorgaban esas habilidades, las que veíamos una meta en el fondo y sabíamos que sólo se debíamos mapear el camino para seguir. Ante la multiplicidad de seres diferentes, la sociedad encontró una sola respuesta: asumir que eso pasaba, pero entendiendo que si existían les robarían la vulnerabilidad; años atrás les había funcionado con el hombre prohibiéndole sentir ¿por qué esta vez no funcionaría igual? De esta ma
Pase adelante, equivocarse es una opción y levantarse LA opción, que aquí la libertad que tenemos es la de aprender a vivir.