Por lo regular estás allí sentada, buscando que todo salga bien, que a tu alrededor sea funcional, tan eficiente el ambiente que se vuelve confortable para los demás.
Andás caminando con mil cosas en la cabeza y apasionándote tanto por el día a día que comenzás a olvidar lo que debería ser permanente.
Más es el temor de fallar hoy que de terminar mal mañana.
El día a día es tan grande que planificás todos tus días lo más posible, todo está ordenado, todo lo de afuera saldrá bien... todo menos lo de adentro.
Y es ese instante en que soltás la mano de lo permanente, que ya nadie te saca de la realidad, que todo es tan real que respirar es automático y todos los días son Lunes.
Pará!
Date el chance de no pensar.
Entonces dejás de pensar.
El licor, el sexo, la aventura, los minutos comienzan a desordenar el día a día. Es más sencillo no pensar en las consecuencias.
Dejás más lejos lo permanente, ya ni su presencia está, comenzás a olvidar.
Pará!
Date el chance de pensar.
Volvés a estar sentada, buscando que todo salga bien, que a tu alrededor sea funcional, tan eficiente el ambiente que se vuelve confortable para los demás.
Pará!
Date el chance vos.
"¿Yo?" esa pregunta difícil que te hacés. Lo permanente se vuelve pasado, un pasado que no supo acompañarte en la pasión y en la locura, que se ahogó en el día a día, que no supo estar.
SE TRATA DE VOS. "¿De mí?".
Sigue siendo una pregunta difícil.
De pronto todo dejó de ser igual...
Date el chance, comenzá de nuevo.
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