Como todas las mujeres ella tenía su propia aventura; ese hombre en el cual satisfacía sus deseos de cuando en cuando y se escondían ante una sociedad que se suponía todo.
Cuatro años habían pasado ya dejándose y perteneciéndose, cada cual con su pareja o se turnaban la idea de compromisos, pero mantenían entre ambos el placer de lo prohibido.
Llegada la noche Ana se alistó y decidió pasar por costumbre lo que le emocionó la tarde. La salida se convirtió en tiempo juntos y sin más ni más pasó a llamarse prometido.
Algunos meses después el nombre de Edgar apareció en su teléfono. Ana accedió a verlo, no tenía nada que perder.
Cuatro años habían pasado ya dejándose y perteneciéndose, cada cual con su pareja o se turnaban la idea de compromisos, pero mantenían entre ambos el placer de lo prohibido.
- Conocí a alguien- se lo dijo con la sonrisa curiosa que siempre la caracterizó.Él la tomó por su cintura, besó su delgado abdomen y no dudó en besarle los labios escondidos para otra gente, como si fuese la primera vez que lo hacía.
- ¿Ahora de quién te enamoraste?
- Aún no me acostumbro a que tus respuestas sean siempre preguntas. De un hombre, pues- algo sarcástica.
-¿Y él lo sabe?
- Saldremos esta noche.
Llegada la noche Ana se alistó y decidió pasar por costumbre lo que le emocionó la tarde. La salida se convirtió en tiempo juntos y sin más ni más pasó a llamarse prometido.
- Dejaste de ser mía -El futuro marido, para sorpresa del amante y de la misma Ana, resultó ser un hombre de esos a los que toda mujer explica como "él hombre". Era refinado, bueno y con la inteligencia que alimentaba la chispa que poseía todo un caballero.
- Siempre lo seré, aunque nunca te animarás a ponerme un anillo en el dedo. Él solo se atrevió a hacer lo que no quisiste vos, Edgar.
- ¿Te dio un anillo?
- Quiero ser tu amante - abrazando sus muslos en la cama.No tuvo mucho que decir para que ella lo aceptara como su aventura, un juego con permiso pero suyo.
- Pero sos mi pareja, ¿para qué querés ser mi amante?
- Aprendí a ser tu pareja para ser tu amante.
Algunos meses después el nombre de Edgar apareció en su teléfono. Ana accedió a verlo, no tenía nada que perder.
- Necesitaba verte-Tomó la mano que mantenía un anillo, ahora sin perla para besarla lentamente. Ana quitó su mano con un gesto de desagrado.
- Tenia tiempo de no llamarme, ¿no? Mucho tiempo de no necesitarnos.
- ¿Ahora me respondés con preguntas?
- Olvídese de la ironía ¿Para qué me llamó?
- Siempre te necesito ¿qué ha hecho contigo?
- Me lo dio todo. Me dejó ser todo.
- ¿Te divertís con él?Ella sonríe como recordando las veces en que una cama los acompañó y que eran fácilmente sustituibles por el carro, la baño o el escritorio.
- Usted sigue con la maña de preguntarme cosas. Deje de hacerlo, no vine a restregarle mi nueva vida.
- Vos dejá de hablar en usted. Si querés que me calle volveme a besar.
- No quiero, ya no debés saber a nada.
- Olvidé lo que me provocaba que me hablaras en vos. Vamos a la cama.
- Sabés que soy leal.
- Me traicionaste a mí.
- Vos lo sabías, soy mujer de un solo amante.
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