Puntarenas, Costa Rica. Mar del Pacífico Central. Foto de autora. |
No sabría decir cual es la salida de un amor ni cual es la entrada, quien decide quedarse o quien decide irse, donde debo estar o de donde ya es hora de despedirme.
Solo sé que es hora de no pensar tanto, si no saber mirar más allá del horizonte.
Cansada de que duela, duele hasta el dolor. Cansada de estar perdida de pie en tierra.
Ahí está el mar, una barca he construido ya en mi vida, si no, también aprendí a nadar. Ya he invitado a algún par a ser parte de mi viaje con todo incluido, insistir a la oferta es mi descuido, creer que le importa una aventura hacia el sur es lo que quise creer.
Deja de tararear canciones, mi reloj insiste que deje el amor por tu guitarra; mi viaje encontrará: nuevas cuerdas, nuevos sueños. Compartiré momentos que tengan más de una conversación de rutina.
Todo está listo, hay un pasajero asiduo que me visita a diario en el muelle, con su bote al lado de la única forma en que puede compartir mi brújula. Sus ojos, sentir sus manos y besar de vez en cuando ... amo la certeza que estás aquí.
Por mientras sigo con el plan de zarpar, el naufragio es posible, las tormentas aún más, el frío o el calor de la desnudez en horas prohibidas, pero sobretodo nuevos muelles con pasajeros en espera de mi llegada.
El mar me está llamando, sin cuentas ni reclamos; sin embargo ahora no se si quiero que sea mañana, hoy es mágico y mañana... será lunes en tierra un ratico más.
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