Toda la música que una joven quisiera escuchar, más un toque del pasado, la insistencia del presente no tan presente, con conversaciones de acá y allá dan como resultado el extraño sabor de no querer verte.
Esa fue la nota que se atrevió a dejar ella en el escritorio cuando pasó por su oficina. Continuaba.
Disculpa mi forma de escribirlo casi matemáticamente. He esperado días por verte y la verdad no se me place sentirte. Ni si quiera hablar se me antoja. Parece que la Bruja Blanca de C.S. Lewis me ha visitado esta madrugada.
Estando separados por unos kilómetros, el corazón de ella estaba acostumbrándose a no estar con él, a disfrutar otras conversaciones. Habían dejado de hacerlo de por sí.
Solo te pido, no hables. Ya diría Federico a Ana: "A cada instante escucho algo que me domina. Baja usted la voz, pero puedo percibir los tonos de esa voz cuando se pierde entre otras" (J. Austen). Solo de repente quiero estar lejos de vos sin estar bajo la magia de tu mirada.
Él no entendió. Ella menos, solo quería ser libre de lo que nunca estuvo atada.
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