Solo una gran cosa he aprendido este año:
Cada día trae su propio afán que cambia el resto de día, por lo tanto todo pasa por alguna razón y si me dejo Dios hace obras maravillosas con esos giros.
En resumen me comí mis días 20-10: en doble de veces en todo el tiempo esperado.
Cierto día una mujer tomó sus cosas y emprendió camino a su decisión real: vivir. Pero para hacerlo solo disponía de doce días y así crecer como persona.
El primer día experimentó todo lo que quiso con quién creía, debía ella amar. Se entregó hora tras hora, sin importar el sudor acumulado en su frente. Además enfrentó el temor del pasado formulado en un doloroso presente y en un muy prometedor futuro. Al anochecer aprendió que no era fácil, pero que sudar después del ejercicio es bueno.
El segundo día caminó una gran cuesta de abajo hacia arriba, acompañada de algo que quizás estaba ya cansada de jalar, pero que acrecentaba su ego. Además el temor del día anterior se convirtió en dolor y traición, pero el ánimo de vivir lo que amaba compensó el miedo. Aprendió que muchas veces las cosas se llevan en el hombro porque se quiere no porque se debe.
El tercer día decidió bajar de nuevo la cuesta pero el jalón de la gravedad la hizo correr, hasta quedar desbalanceada. Cayó. Dejó aquello que sabía no la llenaba del todo, se dedicó a lo que la hacía crecer en como profesional, empezó a amar eso. Aprendió que puede separar el trabajo del corazón, pero si pone trabajo en lo que ama, su corazón es feliz.
El cuarto día se quitó sus ropas, dio su ultimo intento al jalar. Sus golpes eran grandes, entregó todo lo que le quedaba. No era suficiente. Dolió, se levantó se mudó y continuó. Aprendió que el orgullo es mal consejero y la dignidad un verbo por conocer o recuperar.
El quinto día caminó. Encontró placeres que se perdía por no viajar ligera. Sonreía al subir y bajar cuestas. Ya no era difícil y si algo costaba aparecieron ayudas muy valiosas en el camino, corazones confusos pero benignos. Aprendió a caminar con una sonrisa a pesar de los nuevos caminos.
El sexto día, supo que amaba lo que hacía y se dedicó por completo a ello. Aprendió a respirar disfrutando los momentos.
El séptimo día llegó, se lleno de pequeños proyectos que cumplió. Dos cosas nuevas llegaron: amigos preciosos y el sentimiento loco que claramente era imposible, se quedaría como las veces que se sentaba a ver su mirada. Aprendió que tenía fuerza para hacer lo que quisiera.
El octavo día su vida se tornó en dos sentidos, el temor del pasado volvió de una forma más sutil que no lo enfrentó como creyó, y la satisfacción de ver nuevos rostros sonriendo a su lado. Aprendió que el pasado es pasado.
El noveno día inició lo que no parecía iniciar, pero sí iniciaba. Sin embargo se dedicó a vivir aventuras pequeñas (para ese día) y dejar fluir el tiempo. Aprendió a disfrutar placeres que no había experimentado antes.
El décimo día perdió y dominó placeres. Mitigó la presencia de algunas sonrisas y ganó de una extraña manera el tacto que perdió hacía seis días atrás, aunque no le era complementario se atrevió a sentir. En el camino chocó unas pocas veces; nada grave. Aprendió a que cualquier cosa podía pasar.
El onceavo día llegó de sin esperarse. La utopía estaba dejando de serlo, lo imposible no lo era tanto. Entre llanto y miradas brillantes se dio cuenta que si sucedía. Y aunque dejó ir una buena compañía, apostó por lo mágico. Además se dio cuenta que hacia muchas cosas, que no era tan "carga" como creía, pero que tal vez saldría avante. Aprendió que la vida da muchas vueltas.
Llegó el doceavo día. Se dedicó a cerrar y completar lo que otros días no terminó. Como nunca se lo imaginó pasó, como siempre quiso, sucedió. Sin embargo se preguntaba constantemente porqué de vez en cuando los sobresaltos de niña tenían las interrogantes de mujer, pensando en cuanto durará su concurrencia o cuan reales son los sentimientos que los provocaban. Aprendió que todo es posible de las maneras menos esperadas.
Al darse cuenta que su viaje terminaba, se rehusó a que eso sucediera. Por tal manera que al iniciar un día más no lo llamó trece si no que primero. Al final de cuentas los días anteriores aprendió a que la vida es para vivirla tal como venía y que los límites se los pone una misma.
Este año a vivir todas las cosas, en la mitad del tiempo y un poco más: 20-11
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