Tengo muchas cosas en la cabeza, tengo muchas experiencias y muchas cosas por vivir. Una amiga me dijo un día de estos “usted sabe más que yo en esos temas”, la verdad no estoy segura de que lo que sé lo sé de verdad.
Una de las tantas experiencias que tengo es saber que debo analizar las cosas que en la vida valen la pena, porque la verdad, algunas nos matan, nos hacen llorar y perder momentos de sonrisas. Aclaro que llorar para mí es justo y necesario, pero no más de la cuenta.
Se preguntarán de qué estoy hablando. Me limitaré a no decir nombres ni procesos específicos, solo contaré lo que a mí me pasó, tal vez sirva de algo, aunque muchos digan “¿por qué se mete?”, no soy de las personas que se quedan viendo desde la banca.
Hace no mucho tiempo me enamoré de un cuento de hadas, de algo prohibido, de algo escondido, de algo que solo él y yo sabíamos, sólo compartido con las personas que ambos supusimos nuestros amigos (quien conoce la historia completa sabrá lo irónico de estas terceras personas).
Bueno, la historia comenzó oculta, en medio de lo realmente vedado y en lo que nadie se esperaba. Nació del permiso de Arjona y del sabor de un beso atrincherado. Lo confieso, en el momento no hubo una emoción mayor, era entre ambos y nos divertíamos creyendo que nadie lo notaba.
Pues, al cabo de un mes ya todo nuestro círculo social lo sabía, la magia de lo prohibido empezaba a acabar, iniciaron los comentarios de terceros, cuartos y quintos; eso a mí me afectó y la verdad yo estaba en un proceso de irme de allí, así que parte de mis miedos se guardaban en la esperanza de escapar y vivir nuevas experiencias.
Llegó el momento, aún estando juntos tomé el avión a una nueva vida, pero algo de mí se quedaba atado y busqué nuevas excusas que, a pesar de ya estar en camino, no dejaba a mi corazón alejarse. Yo lo quería, mis metas o sueños no tenían que alejarme de él. En esta atadura perdí mis amigos, mi familia, mi profesión y a mí misma.
Mi alma fue más fuerte, necesitaba tomar el vuelo. Él me dijo “que le vaya bien, aunque no creo que lo logre, me va a necesitar” (aún así yo le apreciaba y creí que me apoyaría, contándole cosas, incluyéndolo en mi vida).
Volviendo a las terceras personas, una de esas terceras personas aprovechó el inicio de mi viaje y quiso adueñarse de lo que yo tenía… Lo logró. En el momento me mató, me sentí traicionada, dolida… a él le seguía hablando, a ella la odiaba y la lloré mucho más de lo que lo hice por él.
¿Por qué? A él no lo amaba realmente, era una fantasía, irreal, una aventura… A ella la apoyé siempre, la cuidaba, era mi amiga y confidente, ella era una amiga a la que amaba (sí, a los amigos también se les ama).
Hay dos tipos de ellas: las que se quedan con lo que pertenecía y las que prefieren la amistad, luchan por ello y piden perdón. Con toda mi alma hubiese deseado que mi amiga fuera de las segundas.
Pero Dios sabe lo que hace, mi viaje fue mucho mejor de lo que esperaba, al contrario de lo que pensaba en ese momento, ahora me recrimino por no haber partido desde que pude o aprovechar desde el inicio aquello que llena hoy mi alma como nunca.
Ahora soy muy feliz, esa situación y las enseñanzas del latido de mi corazón, me han ayudado a no perder mi perspectiva, a luchar por mis sueños, a volar si es necesario, a disfrutar las cosas, sin perder el tiempo en lo que no vale la pena (esto último está en proceso, aún me cuesta bastante).
A las personas que leen esto, espero les sirva de algo, les tengo aprecio aunque no lo crean o nunca lo haya demostrado. Y a una en específico, cuando algo duele en serio es difícil perdonar pero mi consejo (que aunque no lo pida es mi obligación darlo) inclínese por quien si la quiere y realmente piensa en usted.
Al final de cuentas, también me pasó y le aseguro, renací.
Una de las tantas experiencias que tengo es saber que debo analizar las cosas que en la vida valen la pena, porque la verdad, algunas nos matan, nos hacen llorar y perder momentos de sonrisas. Aclaro que llorar para mí es justo y necesario, pero no más de la cuenta.
Se preguntarán de qué estoy hablando. Me limitaré a no decir nombres ni procesos específicos, solo contaré lo que a mí me pasó, tal vez sirva de algo, aunque muchos digan “¿por qué se mete?”, no soy de las personas que se quedan viendo desde la banca.
Hace no mucho tiempo me enamoré de un cuento de hadas, de algo prohibido, de algo escondido, de algo que solo él y yo sabíamos, sólo compartido con las personas que ambos supusimos nuestros amigos (quien conoce la historia completa sabrá lo irónico de estas terceras personas).
Bueno, la historia comenzó oculta, en medio de lo realmente vedado y en lo que nadie se esperaba. Nació del permiso de Arjona y del sabor de un beso atrincherado. Lo confieso, en el momento no hubo una emoción mayor, era entre ambos y nos divertíamos creyendo que nadie lo notaba.
Pues, al cabo de un mes ya todo nuestro círculo social lo sabía, la magia de lo prohibido empezaba a acabar, iniciaron los comentarios de terceros, cuartos y quintos; eso a mí me afectó y la verdad yo estaba en un proceso de irme de allí, así que parte de mis miedos se guardaban en la esperanza de escapar y vivir nuevas experiencias.
Llegó el momento, aún estando juntos tomé el avión a una nueva vida, pero algo de mí se quedaba atado y busqué nuevas excusas que, a pesar de ya estar en camino, no dejaba a mi corazón alejarse. Yo lo quería, mis metas o sueños no tenían que alejarme de él. En esta atadura perdí mis amigos, mi familia, mi profesión y a mí misma.
Mi alma fue más fuerte, necesitaba tomar el vuelo. Él me dijo “que le vaya bien, aunque no creo que lo logre, me va a necesitar” (aún así yo le apreciaba y creí que me apoyaría, contándole cosas, incluyéndolo en mi vida).
Volviendo a las terceras personas, una de esas terceras personas aprovechó el inicio de mi viaje y quiso adueñarse de lo que yo tenía… Lo logró. En el momento me mató, me sentí traicionada, dolida… a él le seguía hablando, a ella la odiaba y la lloré mucho más de lo que lo hice por él.
¿Por qué? A él no lo amaba realmente, era una fantasía, irreal, una aventura… A ella la apoyé siempre, la cuidaba, era mi amiga y confidente, ella era una amiga a la que amaba (sí, a los amigos también se les ama).
Hay dos tipos de ellas: las que se quedan con lo que pertenecía y las que prefieren la amistad, luchan por ello y piden perdón. Con toda mi alma hubiese deseado que mi amiga fuera de las segundas.
Pero Dios sabe lo que hace, mi viaje fue mucho mejor de lo que esperaba, al contrario de lo que pensaba en ese momento, ahora me recrimino por no haber partido desde que pude o aprovechar desde el inicio aquello que llena hoy mi alma como nunca.
Ahora soy muy feliz, esa situación y las enseñanzas del latido de mi corazón, me han ayudado a no perder mi perspectiva, a luchar por mis sueños, a volar si es necesario, a disfrutar las cosas, sin perder el tiempo en lo que no vale la pena (esto último está en proceso, aún me cuesta bastante).
A las personas que leen esto, espero les sirva de algo, les tengo aprecio aunque no lo crean o nunca lo haya demostrado. Y a una en específico, cuando algo duele en serio es difícil perdonar pero mi consejo (que aunque no lo pida es mi obligación darlo) inclínese por quien si la quiere y realmente piensa en usted.
Al final de cuentas, también me pasó y le aseguro, renací.
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